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Dada la escasez y valor de perlas naturales, en joyería se usan perlas cultivadas. Las perlas cultivadas pueden ser de agua salada como las perlas australianas, las perlas de Tahití o las perlas de Akoya japonesas, pero también de agua dulce, siendo éstas profusamente utilizadas en joyería.

Una perla cultivada se obtiene introduciendo en el molusco varios núcleos o granitos, usualmente de nácar, para que estos comiencen a envolverlos y fabricar las perlas. El proceso puede durar entre 2  y 6 años.  En las perlas de agua salada estos núcleos son grandes (de 0,5 a 6 mm) mientras que en las de agua dulce es mucho más pequeño y en su mayor parte están formadas por el nácar que produce el propio molusco.

Dado que las de agua salada tienen menos grosor de nácar natural que las de agua dulce, las primeras son más delicadas y pueden dañarse más fácilmente. Las perlas de agua dulce son más duraderas aunque el brillo no es tan pronunciado como en las de agua salada.

La mayor parte de perlas cultivadas de agua dulce se producen en lagos y ríos de China y Vietnam